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lunes, 11 de julio de 2016

EL SACO DE PLUMAS


El Saco de Plumas.



Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
 
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?",
a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas".

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas. 
Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", 
a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.
Sal a la calle y búscalas". 
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.

Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".

"Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón".

miércoles, 6 de julio de 2016

COMPARTE TUS DONES


Comparte tus dones



Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra propia situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz y realizado, basta compartir tus bendiciones, especialmente ésas que no se pueden comprar con dinero.

Si tienes un regalo, no lo ocultes. Si tienes una canción, cántala. Si tienes talento, ejercítalo. Si tienes amor, bríndalo. Si tienes tristeza, sopórtala. Si tienes felicidad, compártela. Si tienes religión, vive y obra según ella. Si tienes una oración, dila a los cielos. Si tienes una palabra dulce, no la retengas. Porque: todos tenemos regalos que podemos dar. Todos tenemos canciones que podemos cantar. Todos tenemos palabras melodiosas que podemos decir. Todos tenemos plegarias que podemos orar. Todos tenemos amor y alegría que podemos dar. Todos tenemos una vida feliz por vivir. Repartamos por el mundo lo que Dios nos dio para compartirlo generosamente.

Antes de buscar el beneficio personal, pregúntate, ¿qué puedo compartir hoy? En lugar de querer poseer empezarás a donar, guiado por el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Cada uno tiene algo para compartir. Dinero, talento, tiempo o una simple oración. La generosidad nos pone en sintonía con nuestra semejanza divina. Ánimo, inténtalo.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 27 de junio de 2016

LA ALEGRÍA DEL AMOR VERDADERO


La alegría en el amor verdadero



1)  Para saber
San Pablo menciona juntas dos características del amor: “el amor no se alegra con la injusticia y se alegra con la verdad”. Con lo que se puede ver que la alegría puede orientarse hacia el bien o hacia el mal. Cabe el peligro de alegrarse con un mal, lo cual sucede con la envidia que no permite que los demás nos superen en algún aspecto: porque tiene más cosas, porque saben más, por sus éxitos, por su manera de ser, etc. Pero esta es una actitud venenosa.
Dice el Papa Francisco, al comentar estas frases, que la mala alegría se puede dar en la familia cuando se dan las comparaciones o las competencias, incluso con el cónyuge, en que uno se puede alegrar secretamente de los fracasos del otro. Es un mal sentimiento que hay que evitar, pues indica una falta de amor.
El amor nos lleva a alegrarnos con las alegrías de los demás, porque precisamente queremos su bien, que las cosas le vayan bien. Por eso la verdadera alegría es fruto del amor.

2) Para pensar
En una ocasión le hicieron una entrevista a un escritor que tuvo gran éxito con una de sus obras y se vendieron muchos sus libros. Comenzó diciendo: “Pido perdón por haber tenido éxito”. Así se «excusaba» ante los inevitables envidiosos que no perdonaban que hubiera tenido tal éxito con mucha facilidad según ellos.
Algo semejante sucedió a otro escritor, el español Agustín de Foxá, un rico aristócrata de buena familia, que fue diplomático, novelista, poeta, periodista y casado, además, con una mujer muy guapa. Cuando tuvo, por si fuera poco, otro importante éxito con una de sus obras de teatro, cuando le felicitaron, le oyeron decir: “Yo ya he empezado a hacer correr el rumor de que tengo una úlcera de estómago...” Le preguntaron si acaso era verdad. El respondió: “Conozco el mundo. De esa manera, quien tenga que reconocer mi éxito, podrá añadir: «el pobre, de todos modos, está bastante mal de salud». Y así sentirán cierto alivio”.
En efecto, a veces parece que el mundo no perdona el triunfo de los demás y procura de cualquier modo, a veces con la calumnia, derribar al que sobresalió.
Podemos pensar de qué medida es nuestro amor, según nos alegremos con el bien de los otros.

3) Para vivir
Cuando alguien obtiene un bien, el amor nos lleva a alegrarnos también con él. Y si a alguien le acompaña algún malestar, la misericordia nos lleva a padecerla con aquél. La palabra “misericordia” tiene que ver con “tener el corazón con miserias”, es decir, que al ver las miserias del prójimo, las hacemos propias y le ayudamos a cargarlas y remediarlas, de esa manera somos misericordiosos.
Es preciso, dice el Papa, que “alimentemos nuestra capacidad de gozar con el bien del otro”, procurando dejar de concentrarnos en nuestras propias necesidades… La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él”. De esa manera, lo que vivimos en la familia, luego lo viviremos en la sociedad.


* Pbro. José Martínez Colín

LA VOZ DE CRISTO QUE CAMBIA CORAZONES


La voz de Cristo que cambia los corazones
Atraviesa los siglos y llega hasta nuestro tiempo. Esa voz, acogida gracias a la fe, cambia corazones y enciende esperanzas. 


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Año tras año, siglo tras siglo, hombres y mujeres caminan. Unos nacen, otros mueren. La vida tiene un ritmo que no puede detenerse.

Se suceden momentos de alegría y otros de tristeza. Pero solo tienen sentido aquellos momentos y acciones en los que se acoge el amor y se ama.

Si comprendemos esto, llegamos a captar el misterio de la existencia humana. No parece fácil, porque frecuentemente nos ahogan asuntos inmediatos, voces que aturden, cansancios asfixiantes y tentaciones de dentro o de fuera.

Una mirada al horizonte puede desvelar el misterio de la meta. Más allá de la muerte Dios nos espera. Más acá, estamos en el tiempo de la misericordia.

Ese fue el sentido de la Encarnación del Hijo. Vino para hacer la Voluntad del Padre, que coincidía con la salvación de los hombres.



La voz de Cristo provocó un terremoto espiritual en tierras de Palestina durante pocos años del primer siglo de nuestra era. Esa voz sigue viva también hoy, resuena en millones de corazones.

¿Escuchamos lo que dice el Maestro? ¿Abrimos el corazón al don de misericordia que brota de la Cruz en el Calvario? ¿Comprendemos el milagro de la victoria definitiva sobre la muerte que se produjo la mañana de la Pascua?

Los hechos se suceden. Noticias que alegran o que inquietan. Preocupaciones por la familia, por los amigos, por la salud, por el trabajo. Leyes y gobiernos que van contra los principios básicos de la justicia y del respeto a la vida.

La voz de Jesús el Nazareno atraviesa los siglos y llega hasta nuestro tiempo. Esa voz, acogida gracias a la fe, cambia corazones y enciende esperanzas. Trae misericordia y sostiene a los que trabajan por la paz, la justicia y la verdad.

El cielo está más cerca de lo que imaginamos. En cada misa asistimos nuevamente al culmen de la Redención, nos unimos a quien reina, triunfante, en los cielos.

"Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz..." (Rm 13,11‑12).

sábado, 25 de junio de 2016

LA OTRA MEJILLA


La otra mejilla



Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. 
Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos, muy piadosos. 

Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. 

Eran viejos papiros, con fama universal de importantes y profundos.

En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos y fugó por la ladera. 

Los monjes avisaron con rapidez al abad. 

El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:

- Que has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. O me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa.
- Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos.

- Bueno, toma el tercer rollo. Sino, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz. Que Dios te ilumine.

Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. 
Estimaron que había estado flojo con el rapaz, y que era el monasterio el que había perdido. 
Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.

Cuenta la historia que a la semana, el ladrón regresó. 
Pidió hablar con el Padre Superior:

- Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido en cambio que me permitas ingresar como monje. Mi vida se ha transformado.

Nunca ese hombre, había sentido la grandeza del perdón, la presencia de la generosidad excelente.

El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento.

Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.

El agresor espera agresión, no una respuesta creativa, inesperada, insólita. No sospecha la conmoción del poder incalculable de la otra mejilla.



Enrique Mariscal

viernes, 24 de junio de 2016

CAMINOS


Caminos…



¿Has encontrado el sentido de tu vida? ¿Tienes un motivo para levantarte cada mañana con ilusión y alegría? La Madre Teresa de Calcuta decía con frecuencia: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Es hermoso observar que hay personas que ofrecen con desinterés y generosidad su ayuda a los demás.

Los caminos cuesta abajo son los más fáciles de andar, pero no llevan a la cumbre. Para los hombres que buscan un camino, sé un hombre que abre caminos. El camino que te corresponde recorrer no está trazado, porque nadie lo recorrió jamás. Los caminos más difíciles suelen ser los que llevan a los lugares más hermosos. Hay hombres que caminan para llegar. Hay hombres que caminan para huir. ¿Para qué caminas tú? No fuerces a nadie a seguir tu camino y colabora de manera que cada uno abra el suyo. Cuando no se tiene una meta, todo camino es inútil y tedioso. Cuando quieres seriamente alcanzar una meta terminas abriéndote camino hasta alcanzarla.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Un corazón sin un hermoso ideal que dé sentido a su vida es triste como un cielo sin estrellas.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 23 de junio de 2016

TODOS TENEMOS GRIETAS


Todos tenemos grietas



Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón. Pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque, debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir".

El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino".

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del camino; pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

El aguador le dijo entonces: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas, y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas, y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, incluidos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza"

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados...

Dedicado a todos mis amigos, que aprovechan sus grietas para hacer crecer hermosos jardines...


* Web católico de Javier

miércoles, 22 de junio de 2016

EL VERDADERO HUMILDE


El verdadero  humilde



Antes se nos hacía entender que humilde era aquel que renunciaba a sus cualidades. Sin lugar a dudas que era una posición muy cómoda y no muy cristiana.

Ser humilde no es negar las cualidades que uno posee sino reconocer a las mismas como un regalo de Dios. Es asumir que, desde su bondad, Dios ha querido otorgarle determinadas cualidades para que pueda desarrollarlas desde un servir a los demás. No se es más que un mero administrador de esas cualidades que hacen que se sea lo que se es.

¿Quién puede negar que posee determinadas cualidades? Sería como afirmar la no acción de Dios en su vida y nadie puede hacer tal cosa.

Existe la tentación de mirar las cualidades propias desde una comparación con los demás. Hacer tal cosa no es correcto puesto que a nadie se le habrá de pedir mucho más de lo que uno es capaz de brindar y por lo tanto no hay lugar para las comparaciones.

Tampoco es correcto compararnos puesto que a todos se les habrá de pedir que brinde de sí, a los demás, lo mejor de uno mismo. Tal cosa nos hace saber que al que posee 100 se le habrá de pedir 100 puesto que ello es su “lo mejor”. Pero a quien posee 20 se le habrá de pedir su “lo mejor” y, por lo tanto, sus 20.

No se es administrador para conservar lo que le ha sido dado sino que se es administrador para que haga que lo que se le ha brindado produzca frutos y, por lo tanto, crezca. Si un alguien descubre posee 25 de una determinada cualidad (de alguna manera debemos cuantificar una realidad que no es cuantificable pero los números solamente nos sirven a manera de ejemplo) puede llevarla a 26 y a 27 y así sucesivamente. Siempre se es posible cultivar una cualidad para hacer que ella crezca y se sea más útil a los demás. Siempre se puede ser mejor y ello es parte de la tarea.

“Dar a Dios lo que es de Dios” es brindar lo que se es a los demás. Cada vez que se niega esa entrega está uno apropiándose de algo que no es suyo. Pero, también, está dejando a alguien con las manos vacías. Quizás, inconscientemente, los demás esperan de eso que somos y no es correcto frustrar tal espera. No es porque uno sea mejor que los demás que se brinda sino que lo hace en un intento por ser coherente con lo que gratuitamente ha recibido. Es dar de lo que uno es, de la misma manera que lo ha recibido.

Este dar de lo que uno es, es lo que permite el ejercicio de la complementariedad que mucho se va perdiendo en nuestro hoy. Parecería como que todos viven tan agobiados con sus propias y reales dificultades que no existe voluntad como para complicarse la vida dándose. Porque darse es, siempre, una forma de complicarse la vida. Es mucho más simple dar cosas que dar de lo que hace a uno mismo.

Casi siempre pensamos que ello es muy poco o muy pobre y es preferible dar cosas de mayor valor que esas cosas que están en la constitución personal de cada uno. Es mucho menos comprometedor dar una cosa que un abrazo. Es muchísimo más necesario e importante un abrazo que una cosa. Sin embargo nos remuerde la conciencia por haber negado una cosa pero jamás por haber negado un abrazo.

Pongo el ejemplo del abrazo pero podría ser cualquier otro ejemplo de esas realidades que dicen de nosotros mismos. Decir un abrazo es decir cercanía y muchas otras cosas más y hacer tal cosa es casi como salir a la intemperie y ello jamás es de nuestro agrado. Siempre se hace preferible vivir escondidos detrás de esas máscaras que ofrecen seguridades. Cualquier cosa se vuelve válida con tal de no correr riesgos.

Dios, para con nosotros, vive corriendo riesgos puesto que brinda y deja en manos de nuestra libertad para que se obre como se entienda más conveniente. Continuará dándose para seguir mostrándonos un proceder que espera de cada uno.

Ser humilde es servir porque lo que se es no es otra cosa que un regalo que Dios, desde nosotros, quiere hacer llegar a los demás.


* Padre Martín Ponce de León SDB

lunes, 20 de junio de 2016

CREEMOS EN JESÚS?


¿Creemos en Jesús?



Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.

No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?

Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?

Lo confesamos también "Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?

Llamamos a Jesús "Salvador" porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es ésta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?

Confesamos a Jesús como nuestro único "Señor". No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es Él quien nos anima y hace vivir?

La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.



* José Antonio Pagola

domingo, 19 de junio de 2016

SEMBRAR SEMILLAS


Sembrar semillas



Un hombre iba cada día al trabajo en el autobús. Una parada después que él, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana. Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.

- ¡Son semillas! - le dijo la anciana.

- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?

- De flores, es que miro afuera y está todo vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?

- Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?

- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, algunas acabarán en la cuneta y, con el tiempo, brotarán.

- Pero... Tardarán en crecer, necesitan agua...

- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!

La anciana siguió con su trabajo...

Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.

Unos meses después... yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores... ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto.  Preguntó al conductor:

- ¿Qué hay de la anciana de las semillas?

- Pues, ya hace un mes que murió.

El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.

- "Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra".

De repente, oyó la risa de una niña pequeña que señalaba entusiasmada las flores...

- "¡Mira papá! ¡Mira cuantas flores!"

¿Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de esta historia?

La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo y dejó su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.

Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas.

Está reflexión está dedicada a todos aquellos maestros, educadores, profesionales de la enseñanza, que, hoy, más que nunca, no pueden ver cómo crecen las semillas plantadas, las esperanzas sembradas en el corazón, sobretodo, de los adolescentes que llenan sus clases.

Y como los padres son, o deberían ser, los grandes educadores, también está dedicada a ellos.

Porque... Educar es enseñar caminos.

sábado, 18 de junio de 2016

QUÉ DEBO HACER PARA GANARME EL CIELO?

¿Qué debo hacer para ganarme el Cielo?
Jesús nos invita a ser santos, a alcanzar el Cielo, pero ¿qué debemos hacer para lograrlo? 


Por: Xavier Villalta | Fuente: Catholic.net 



Sería fantástico que todos le hiciéramos al Señor aquella pregunta que un día un joven le planteara: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" (Mc. 10, 17; Mt. 19, 16) ¿cómo me puedo ganar mi entrada al Cielo?
Dejemos que sean las Escrituras las que nos muestren lo que debemos hacer.

1.- CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

A aquel joven Nuestro Señor Jesucristo le respondió así: "Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre" (Mc. 10, 19; Mt. 19, 18)... porque "El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre" (Jn. 14, 21)
San Pablo nos recuerda el camino a seguir:
"Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.

En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.

Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias" (Gal. 5, 19-24)
Y lo acentúa:


"El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna" (Gal. 6, 8)

2.- CREER, PERSEVERAR HASTA EL FINAL Y OBRAR EN CONCORDANCIA A LA FE

Ante esto surge una escusa en mi mente: las tentaciones son muchas, y soy débil, ¿cómo podré lograr semejante hazaña?, ¿acaso no está escrito que "el adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1 Pe. 5, 8)?... sí, eso es verdad, pero también está escrito que no sufriremos "tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito (1 Cor. 10, 13)" y aunque parezca que el león nos va a devorar, si acudimos a Él buscando su auxilio, saldremos victoriosos porque
"Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?" (Rom. 8, 31)
Pero, entonces, ¿no vasta con creer?, ¿no dijo Nuestro Señor a Nicodemo "el que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Jn. 3, 36)?, sí, es verdad, lo dijo, y esto no contradice lo anterior, porque quien cree en alguien sigue todo lo que él ha enseñado, por lo tanto quien cree en Cristo Jesús sigue fielmente todas sus enseñanzas (aunque no seamos capaces de entenderlas completamente), no tan sólo las que nos sean más cómodas y fáciles, sino principalmente aquellas que nos cuesta más por nuestra propia debilidad, porque es en esa batalla, "la buena batalla", la que nos permitirá decir al final "he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe" (2 Tim. 4, 7), no me he "cansado de hacer el bien" (2 Tes. 3, 13), tendiendo siempre presente que sólo
"Aquel que persevere hasta el final se salvará" (Mt. 10, 22).
Parte de los frutos de esa batalla son nuestras obras, obras que si son realizadas por amor a Dios no serán olvidadas por Él (Heb. 6, 10), y nos dará como recompensa la deseada vida eterna (Rom. 2, 6-7) y en el día del juicio nos dirá:
"Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt. 25, 34)
Probaron vuestra fe gracias a vuestras obras (Sant. 2, 18).

3.- LA EUCARISTÍA

Finalmente, no me puedo olvidar de mencionar otro requisito para lograr el cielo, último en este escrito, pero no el menos importante, veamos que nos dice el Señor:
"En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre". (Jn. 6, 47-58)
Jesús mismo nos indica, en la noche que fue entregado, como podemos comer su carne y beber su sangre, dones que nos darán la vida eterna, ya que
"Tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío. Asimismo tomó también la copa después de cenar diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre" (1 Cor. 11, 23-25; Mc. 14. 22-25; Lc. 22. 19-20; Mt. 26, 26-27)
Eso sí, no podemos olvidar que el comer el cuerpo y beber la sangre de Nuestro Señor es algo muy serio, y que si lo hacemos inadecuadamente, sin el debido discernimiento (1 Cor. 11, 27-29) estaríamos negándonos la posibilidad de recibir aquella vida eterna prometida y en su lugar recibiríamos el más temido de los castigos.
Estos pasos no son los únicos, pero si los principales, iniciemos con ellos, y en nuestro peregrinar hacia el cielo anhelado Dios nos irá permitiendo descubrir aquello que aquí falte, pero sin olvidar nunca que las puertas del Cielo están abiertas gracias al infinito amor de Jesús por cada uno de nosotros, amor que nos probó en la cruz (Rom. 5, 8), sin esa entrega total y amorosa ninguno de nuestros actos lograrían los méritos necesarios para ingresar al cielo.

viernes, 17 de junio de 2016

EL RUISEÑOR Y EL GAVILÁN


El ruiseñor y el gavilán



Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla. Los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades para al fin no hacer nada. Viven de ilusiones y sueños que los distraen de un camino real y concreto desde el cual, paso tras paso, con esfuerzo perseverante, podrían  forjarse un destino glorioso. Aquí te ofrezco una fábula que ilustra esta verdad.

Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras. Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que lo soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes. El gavilán le repuso:   
—Necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a buscar a la que ni siquiera he visto. No dejemos los bienes que ya tenemos, por ilusiones que ni siquiera divisamos (Esopo).

Madurez es perseverancia, es la habilidad de realizar un proyecto a pesar de las dificultades, cerrándote con decisión a las ilusiones que distraen y seducen. Que no seas de aquellos que sueñan con un jardín allá lejos en el horizonte y no disfrutan las rosas que florecen junto a su ventana. Te deseo un día provechoso.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 16 de junio de 2016

CONSERVA TU TENEDOR


Conserva tu tenedor



Una mujer, a quien le habían diagnosticado una enfermedad terminal y le habían dado tres meses de vida estaba poniendo sus cosas "en orden". Le pidió al sacerdote que fuera a su casa para discutir ciertos aspectos de sus deseos finales. Le dijo qué canciones quería que cantaran en su funeral, qué lecturas le gustaría que leyeran y con qué ropas querría ser enterrada. También pidió que la enterraran con su Biblia favorita. Cuando el sacerdote estaba preparándose para irse, de pronto la mujer recordó algo muy importante para ella y dijo: "hay una cosa más". "¿Qué es?", preguntó el sacerdote. "Esto es muy importante", continuó la mujer, "quiero que me entierren con un tenedor en la mano derecha".

El sacerdote se quedó parado mirando a la mujer sin saber qué decir.

- "Esto le sorprende, ¿no?", dijo la mujer.

- "Bueno, para ser honesto, estoy extrañado por su petición", dijo el sacerdote.

La mujer explicó: "recuerdo que en todos los años de concurrir a comidas en la iglesia, cuando se retiran las fuentes del plato principal, alguien inevitablemente dice "conserva tu tenedor". Era mi momento favorito porque sabía que algo mejor venía... como torta de chocolate o pastel de manzana, algo maravilloso y sustancial. De modo que quiero que la gente me vea en mi ataúd con un tenedor en la mano y quiero que pregunten: "¿Para qué es el tenedor?". Entonces quiero que por favor les diga: "Conserva tu tenedor.... aún falta lo mejor."

"Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría cuando se despidió de ella. Sabía que era una de las últimas veces que la vería antes de morir. Pero también sabía que la mujer entendía mejor que él lo que era la Gloria. Ella sabía que algo mejor venía.

En el funeral, la gente que se acercaba al ataúd veía el vestido que más le gustaba, su Biblia favorita y el tenedor en la mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchaba la pregunta "¿Para qué es el tenedor?" y él sonreía. Durante su mensaje, el sacerdote les contó la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les contó sobre el tenedor y lo que simbolizaba para ella; les contó cómo él no podría dejar de pensar en el tenedor y quizás ellos tampoco podrían hacerlo. Tenía razón.

De modo que la próxima vez que tomes un tenedor, deja que te recuerde muy suavemente que aún falta lo mejor.



* Web católico de Javier

miércoles, 15 de junio de 2016

UN BUEN EJEMPLO CONVIERTE


Un buen ejemplo convierte



Una clínica, un quirófano, y, tendida sobre la mesa de operaciones, una niña de muy pocos años. La operación a practicar es francamente delicada, difícil; tres doctores en cirugía están presentes y dos médicos anestesistas.

–A ver, nena –dice uno de éstos–; cierra los ojitos, que vas a dormir.

–¡Pero si es de día! –replica la niña–; yo nunca duermo de día.

–No importa. Ahora vas a dormir. Cierra los ojitos...

El médico no quería que la niña viera la aguja con que la tenían que pinchar para anestesiarla. Y ella repetía lo mismo:

–Yo no duermo de día...

–Sin embargo, hoy tienes que hacerlo así; has de dormir para curarte... Anda, sé buena y cierra los ojitos...

–Bueno –dijo la pequeñita conformándose, pues comprendió muy bien que, tarde o temprano aquellos señores se saldrían con la suya. Pero añadió:

–Yo, antes de dormir, rezo siempre las tres Avemarías. ¿Me dejan que las rece?...

–Sí, puedes rezar tus tres Avemarías...

Y con toda sencillez, la niña se incorporó, se arrodilló, juntó sus manecitas, y empezó su oración de todas las noches: “Dios te salve, María,... Ruega por nosotros, pecadores...”  Luego, acabadas las tres Avemarías, se tendió en la mesa y, sin esperar otra recomendación, cerró sus inocentes ojos...

Ante aquel cuadro encantador, uno de los cirujanos se sintió profundamente enternecido, aunque lo disimuló, y aparentó permanecer imperturbable. Pero en cuanto pudo abandonar el quirófano, lo hizo diciendo a sus compañeros que ellos podían terminar la operación, no haciendo falta él. Entonces se retiró a su despacho, se cerró por dentro, se puso de rodillas y empezó a llorar. Llevaba muchos años alejado de la Iglesia, sin recibir los Sacramentos y sin hacer oración... Y salió de allí decidido a realizar una buena confesión y vivir en adelante según la Ley de Dios, porque le había transformado totalmente, haciéndole recordar la inocencia y fervor religioso de su niñez, aquella niña que no se dormía sin antes haber rezado sus tres Avemarías.


* Sitio Santísima Virgen

martes, 14 de junio de 2016

TODOS SE MARCHARON



Todos se marcharon con Cristo


Hubo una familia que se marchó detrás de Cristo, dejando castillos, riquezas y títulos de nobleza. Es el comienzo de la historia de san Bernardo, Padre de la Iglesia por la calidad de sus escritos, abad del monasterio de Claraval por muchos años y legado del Papa para restablecer la paz y la unión entre los reinos de Europa.

Bernardo volvió a su familia a contar la decisión que había tomado y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y treinta amigos de la nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo. Dicen que cuando anunciaron a Nervando, el hermano menor, que se iban de religiosos, el joven les dijo: "¡Ajá! ¿Ustedes se van para ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo acepto". Y poco después, también él se hizo religioso del Císter.

Esa familia se decidió a seguir con generosidad a Cristo pobre, casto y obediente. Sintieron y siguieron el llamado a una vida entregada totalmente a dar testimonio de los valores del Evangelio. Los bautizados estamos llamados a ser testigos de que el amor a Cristo puede llenar nuestra vida en cualquier condición nos encontremos. También tú, amigo/a.



* Enviado por el P. Natalio

lunes, 13 de junio de 2016

AHORA MISMO


Ahora mismo


Al iniciar este día te comparto unas consignas que me han movilizado a lo largo de los años: “Saludaré con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo día. Trataré con ternura cada hora porque sé que no retornará jamás. Eludiré con ahínco todo aquello que mata el tiempo. A la indecisión la destruiré con la acción. Sepultaré las dudas bajo la fe”.

No esperes una sonrisa, para ser gentil. No esperes ser amado, para amar. No esperes quedarte solo, para reconocer el valor de un amigo. No esperes el mejor empleo, para comenzar a trabajar. No esperes tener mucho, para compartir algo. No esperes un doloroso tropezón, para recordar un consejo. No esperes el dolor, para rezar una oración. No esperes tener tiempo, para poder servir. No esperes ser herido por otro, para pedir perdón. No esperes una separación, para reconciliarte. No esperes… porque el tiempo es un regalo que se va y no espera.

“No perderé un momento en lamentar las desgracias del ayer, las derrotas del ayer, los sufrimientos del ayer. Haré de este día el mejor de mi vida. Los deberes de hoy los cumpliré hoy. Hoy me sacrificaré y me consagraré al trabajo. Hoy tengo la oportunidad de convertirme en el hombre que yo sé que puedo ser” (Og Mandino). Que seas hoy decido y entusiasta.



* Enviado por el P. Natalio

domingo, 12 de junio de 2016

CIEGO CON LUZ


Ciego con luz


¿Has encontrado el sentido de tu vida? ¿Tienes un motivo para levantarte cada mañana con ilusión y alegría? La Madre Teresa de Calcuta decía con frecuencia: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Es hermoso observar que hay personas que ofrecen con desinterés y generosidad su ayuda a los demás. Como el caso de un ciego.

Caminaba una vez un hombre por oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encontró con un amigo. Éste lo miró y de pronto lo reconoció. Se dio cuenta de que era Néstor, el ciego del pueblo. Al punto le dijo: — ¿Qué haces Néstor, tú ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Entonces, el ciego le respondió: —Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...

Este ciego pensó en el problema de los otros y, dentro de sus posibilidades, aportó una buena colaboración. Su carencia de vista, pero su experiencia de caminar en perpetua oscuridad, le dio ocasión de ofrecer con espíritu altruista una válida asistencia a los “ciegos” de esa noche. Que también tú, con creatividad, multipliques tus actos de servicio.


* Enviado por el P. Natalio

viernes, 10 de junio de 2016

EL BARCO EN PELIGRO


El barco en peligro



Confiar en Dios, es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (Salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas resultan duras e incomprensibles.

En cierta ocasión se desató una tempestad en alta mar. Parecía que la nave iba a naufragar. Toda la tripulación y los pasajeros aterrorizados corrían de un lugar a otro sin saber qué hacer. Mientras tanto, en uno de los camarotes dormía un niño de siete años, hijo del capitán.  Uno de los tripulantes lo fue a despertar inmediatamente. Cuando el chico se dio cuenta de lo que sucedía, preguntó: ¿y en manos de quién está ahora el  timón? El barco está en manos de tu  padre, respondió el marinero. Entonces, no tengo por qué preocuparme, él sabe bien qué hacer, dijo confiadamente el niño y siguió durmiendo.

“Descarguen en el Señor sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo estoy. Yo te amo”,  te asegura Dios.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 9 de junio de 2016

DÉJATE AMAR POR DIOS


Déjate amar por Dios


El Salmo 103 expresa así cuánto nos ama Dios: “Como un padre siente ternura por su hijo, así el Señor siente ternura por sus fieles”. “Fiel” es el que tiene fe y confianza en Dios, el que se apoya en él, está adherido a él de todo corazón. En el profeta Isaías leemos que así habla Dios: “¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo jamás me olvidaré de ti”. Dos conmovedores símbolos del amor inconcebible de Dios por nosotros.

Si Dios tuviera un refrigerador, tu fotografía estaría pegada a su puerta. Si él tuviera una billetera, llevaría en ella tu foto. Él te envía flores cada primavera. Él te regala un amanecer soleado cada mañana. Las veces que deseas hablar, él te escucha. Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero eligió... tu corazón. Reconócelo como tu amigo. ¡Él está loco por ti! Dios no prometió días sin dolor, risas sin penas, sol sin lluvias, pero prometió fortaleza para el día, consuelo para las lágrimas, y luz para el camino. Tanto te ama que murió por ti. Ahora mismo,  abre tu corazón y déjate amar por Dios.

Tener fe es haber descubierto el inmenso amor que Dios tiene por ti; y, ante tan enorme y fascinante hallazgo, organizar toda tu vida como una respuesta fiel y coherente. El Espíritu de Dios, Espíritu de amor, te ayude a interiorizar este pensamiento en la meditación, porque está en el centro de la auténtica relación con el Señor. Que él te asista y te bendiga.


* Enviado por el P. Natalio