martes, 19 de enero de 2016

¿CÓMO HACEN EN SÁBADO LO QUE NO ESTÁ PERMITIDO?


¿Cómo hacen en sábado lo que no está permitido?
Tiempo Ordinario



Marcos 2, 23-28. Tiempo Ordinario. La Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás.


Por: José de Jesús González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28
Caminando Él a través de las mieses en día de sábado, sus discípulos, mientras iban, comenzaron a arrancar espigas. Los fariseos le dijeron: Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido? Y les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos? ¿Cómo entró en la casa de Dios, bajo el pontificado de Abiatar, y comió de los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo y a los suyos? Y añadió: El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y dueño del sábado es el Hijo del hombre.

Oración introductoria
Jesucristo, dame el don de poder encontrarme contigo en esta oración. Muchas veces me dejo influenciar por el qué dirán, por la rutina, la apatía… perdiendo así la verdadera esencia que debe caracterizar mis actos, por eso te pido que renueves mi fe y acrecientes mi esperanza para salir de esta meditación con un amor renovado, sincero, total.

Petición
Jesús, ayúdame a ser un fiel seguidor tuyo, a ser radical en tu seguimiento, a vivir con coherencia de vida y con caridad para con todos.

Meditación del Papa Francisco
Y la Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que –fiel a su naturaleza como madre – se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser "hospital de campo”, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de salvación.
Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado"; y que Jesús también dijo: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores”. Una Iglesia que educa al amor auténtico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.
Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: "El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado [...] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo.". Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: "El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos" (Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).
Reflexión
Cuentan que en un reino no muy lejano, había un rey, famoso por su grande amor y misericordia a su pueblo. Tan grande era este amor, que un buen día decidió establecer un día de descanso (sabbat) para todos sus súbditos. Pero no sólo eso, sino que quería estar con ellos y que gozaran de su presencia y de su grande amor. Por ello, tuvo la feliz idea de que no sólo fuera un día de descanso en el que el pueblo no trabajara, sino que sería un día dedicado a convivir y compartir con su rey. Ofreció pues un gran banquete a diversas horas del día, pues tal era la cantidad de su súbditos y la grandeza de su amor por ellos. Y en cada uno de estos banquetes, el rey estaba presente para escuchar atentamente a sus súbditos y satisfacer sus necesidades, para animarles y fortalecerlos.

Pues bien, ¿qué ha hecho por nosotros el Rey de reyes, para cada uno de sus fieles del Reino de los cielos? Algo parecido, pero infinitamente más grande. Desde la creación, instituyó el "día de descanso" en el que admiró la bondad y la belleza de su creación. Y como Él es "dueño del sábado" (esto es, del descanso o día del descanso), lo ha querido compartir con nosotros para darnos el verdadero descanso, la paz del alma. Es por ello que de manera especial, el domingo (el "Día del Señor" -Dominus-), se nos ofrece en alimento en el Gran Banquete Eucarístico, y dispone a sus sacerdotes para otorgar a quienes lo necesiten su perdón y la reconciliación para poder participar de su Mesa Sagrada.

Este es el gran significado y realidad del "Día del Señor": vivir en Cristo y alegrarnos en Él por la paz y la salvación que nos ha venido a traer. ¿Puede hacer algo más por nosotros nuestro gran Rey?

Propósito
Revisar y, si es necesario, rectificar cuál es mi actitud ante los mandamientos. ¿Son un deber o medios para crecer en el amor?

Diálogo con Cristo
Hazme, Jesús, un hombre coherente que no tema a las dificultades, que no deserte de su misión, que no trate de ocultar su egoísmo o sensualidad en posturas aparentemente coherentes pero faltas de compromiso y de auténtica virtud. Ayúdame, Señor, a ser sincero en tu seguimiento.Cuántas veces el respeto humano me puede hacer callar mi condición de cristiano; por eso he de mantenerme cerca de Ti, para tener las fuerzas de vivir de cara a Ti, sin temer ir contra corriente.

NUNCA A LA OTRA ORILLA


Nunca a la otra orilla



Cuántas veces ansiamos maravillosos jardines que se ven a lo lejos en el horizonte, mientras nos olvidamos de aspirar la fragancia y admirar la belleza del rosal plantado junto a nuestra ventana. Gran parte de la infelicidad humana nace de no valorar todo lo que tenemos y dejarnos arrastrar por la envidia comparándonos con los demás.

¿Por qué miras siempre hacia el otro lado? ¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: “A los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y no llego a nada”? La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos. Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad. Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha más felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable. Tus pequeñas y grandes preocupaciones no las conocen. Vivir feliz es un arte. Para ello conviene sentirse satisfecho. La felicidad no está en la otra orilla. ¡Está en tu forma de ver tu orilla!  Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.

Enumera tus bendiciones, todo lo positivo y gratificante que descubres en tu propia vida, y tendrás sentimientos de gratitud y alegría que te harán feliz. Está siempre vigilante para no dejarte atrapar de la insatisfacción y descontento que paralizarían tus energías. El desafío de tu vida es florecer allí donde Dios te ha puesto. Que él te proteja y bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 18 de enero de 2016

NADIE GUARDA VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS


Nadie guarda vino nuevo en odres viejos
Tiempo Ordinario


Marcos 2, 18-22. Tiempo Ordinario. Ayunar hoy para disfrutar en el cielo del gran banquete. 


Por: P. Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22
En una ocasión, en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; de otro modo, el vino reventaría los odres y se echaría a perder tanto el vino como los odres: sino que el vino nuevo, en odres nuevos.

Oración introductoria
Ayúdame, Señor, a crecer espiritual y apostólicamente para poder ofrecerte una vida nueva, marcada por el amor a Ti y a mis hermanos. Que tu Espíritu Santo, santificador, guíe esta meditación para orar con una absoluta confianza en tu providencia infinita.

Petición
Jesús, dame la sabiduría para saber ayunar de todo aquello que pueda disminuir mi fidelidad y la totalidad de mi entrega a la misión que me has encomendado.

Meditación del Papa Francisco
La segunda circunstancia, para quien busca ser fiel al don de seguir a Jesús en la luz de la fe, viene del hecho de que este diálogo no es un accesorio secundario de la existencia del creyente: es en cambio una expresión íntima e indispensable. Permítame citarle una afirmación en mi opinión muy importante de la Encíclica: visto que la verdad testimoniada por la fe es aquella del amor –subraya—“está claro que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. El creyente no es arrogante; por el contrario, la verdad lo hace humilde, consciente de que, más que poseerla nosotros, es ella la que nos abraza y nos posee. Lejos de ponernos rígidos, la seguridad de la fe nos pone en camino, y hace posible el testimonio y el diálogo con todos”. Este es el espíritu que anima las palabras que le escribo.
La fe, para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero al mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la que viví y gracias a la cual encontré el acceso a la sabiduría de la Sagrada Escritura, a la vida nueva que como agua brota de Jesús a través de los sacramentos, de la fraternidad con todos y del servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor.
Sin la Iglesia –créame--, no habría sido capaz de encontrar a Jesús, mismo siendo consciente de que el inmenso don que es la fe se conserva en las frágiles odres de barro de nuestra humanidad. Y es aquí precisamente, a partir de esta experiencia personal de fe vivida en la Iglesia, que me siento cómodo al escuchar sus preguntas y en buscar, junto con Usted, el camino a través del cual podamos, quizás, comenzar a hacer una parte del camino juntos. (S.S. Francisco, carta al director del diario La Repubblica, 11 de septiembre de 2013).
Reflexión
Realmente Cristo es la sabiduría misma. Él sabe responder en cualquier momento y situación. Hoy nos deja una lección más.

Los fariseos le preguntan sobre el ayuno y su observancia, pero Cristo va más al fondo. Él sabía que algún día estaríamos solos, sin su presencia. En aquel momento futuro sus discípulos no ayunarán. También ahora tenemos que ayunar, porque estamos en peregrinación en este valle de lágrimas, sin alcanzar nuestra morada definitiva.

La Eucaristía es para el cristiano la fuerza en los problemas diarios, el sostén en el cansancio, la vida en la enfermedad. Allí está presente Cristo. Él está allí esperándonos, para que seamos saciados con el Pan de los Ángeles, y rejuvenezcamos, cobremos más fuerzas y sigamos el camino estrecho, camino que da la plena felicidad.

Propósito
Pedir a la Virgen María que interceda por mí, para que sepa conservar y aumentar mi fe. Con ánimo renovado, tener más comprensión y tolerancia con los demás.

Diálogo con Cristo
Señor, hoy me invitas a dejar lo viejo, lo desgastado, la rutina. Me propones desprenderme del espíritu deteriorado y débil con el que a veces vivo mi fe. Me llamas a más, a estar en pie de lucha con un amor y un fervor renovado. Para que mi amor sea nuevo cada día debe alimentarse en la oración y en los sacramentos, por eso pido la intercesión de tu santísima Madre, para me ayude a renovar hoy mi amor por ti, para que me ayude a buscar continuamente mi renovación interior.

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA



domingo, 17 de enero de 2016

HIJO, NO TIENEN VINO


Hijo, no tienen vino...
Milagros


Juan 2, 1-11. Tiempo Ordinario. Acudamos a María siempre que lo necesitemos y en todos los momentos de nuestra vida. 


Por: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Juan 2, 1-12
Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: "No tienen vino." Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora." Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga." Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala." Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

Oración introductoria
Espíritu Santo, ilumina mi oración de modo que pueda salir de mí mismo, de mis preocupaciones y problemas, para abrir mi corazón a lo que hoy quieres decirme. Pido la intercesión de tu Madre santísima, que solucionó las necesidades de los demás, poniéndolas en tus manos.

Petición
Señor, así como cambiaste el agua en vino en Caná de Galilea, te pido que transformes mi vida en la clave del amor.

Meditación del Papa Francisco
Las bodas son momentos especiales en la vida de muchos. Para los “más veteranos”, padres, abuelos, es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que puedan formar su hogar. Es la oportunidad de ver, por un instante, que todo por lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para los padres. A su vez, la alegría de los jóvenes esposos. Todo un futuro que comienza, todo tiene “sabor” a casa nueva, a esperanza. En las bodas, siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Hay memoria y esperanza.  Siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido. 
Y Jesús comienza su vida pública precisamente en una boda. Se introduce en esa historia de siembras y cosechas, de sueños y búsquedas, de esfuerzos y compromisos, de arduos trabajos que araron la tierra para que ésta dé su fruto. Jesús comienza su vida en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es precisamente en el seno de nuestros hogares donde continuamente Él se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte. Le gusta meterse en la familia.
Es interesante observar cómo Jesús se manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos –Marta y María–, pero no es selectivo, no le importa si son publicanos o pecadores, como Zaqueo. No sólo Él actuaba así, sino cuando envió a sus discípulos a anunciar la buena noticia del Reino de Dios, les dijo: "Quédense en la casa que los reciba, coman y beban de los que ellos tengan”. Bodas, visitas a los hogares, cenas, algo de “especial" tendrán estos momentos en la vida de las personas para que Jesús elija manifestarse ahí. (Homilía de S.S. Francisco, 22 de septiembre de 2015).

Reflexión
Recuerdo que, hace algunos años, traía entre manos varios proyectos apostólicos y, para llevarlos adelante con mayor celeridad, necesitaba el apoyo de algunas personas importantes del mundo político y empresarial. Y como no las conocía personalmente, me era necesario contar con la recomendación de otros amigos para que les pidieran su apoyo.

Todos, alguna vez en la vida, necesitamos a algún amigo "influyente" para que nos recomiende con otras personas, sea por motivos personales o profesionales. ¿No te ha sucedido, por ejemplo, que tienes que entrevistarte con el jefe de tu empresa para alguna cuestión laboral o con el presidente de una multinacional? ¿O que, en un viaje a Roma, hayas querido saludar al Papa o acudir a una audiencia general? Dicha recomendación sería muchísimo más necesaria si quisieras una entrevista personal con el Papa o asistir a una Misa en su capilla privada en el Vaticano. Lo mismo si pretendieras un favor especial del presidente de los Estados Unidos o de la reina de Inglaterra.

En la vida espiritual nos ocurre algo semejante. Pero con la grandísima diferencia de que no estamos pidiendo algo a un rey o a un papa, ¡sino al mismo Dios! Gracias al infinito amor que nos tiene y a su inmensa condescendencia, no tenemos necesidad de "intermediarios", pues podemos acudir directamente a Él a través de la oración. Sin embargo, sí necesitamos el apoyo de alguna "palanca" especial para que nos ayude a obtener de Él aquello que le suplicamos.

¡Cuántas veces me han dicho a mí esta frase: "Padre, usted que está más cerca de Dios, rece por esto o aquello", pues creemos que el Señor escucha más a quienes están más cerca de Él. Por eso mismo rezamos a los santos y pedimos su intercesión. Pero si, para las cosas de la tierra, el secretario del jefe, un amigo o una persona de confianza nos pueden ayudar a obtener un favor, ¡con cuánta mayor razón no nos va a socorrer la Madre de Dios, que es también nuestra Madre dulcísima! ¡Ella es nuestra más poderosa y eficaz "palanca"!

Esto es lo que ocurre en el Evangelio de hoy. Se celebra una boda en Caná de Galilea. Jesús y sus discípulos son invitados a la fiesta. Y María Santísima está también allí. Las celebraciones nupciales en el Oriente duraban alrededor de una semana. Eran, como es lógico, días de alegría y de júbilo. De pronto, a mitad de la fiesta, se acaba el vino. ¡Qué tragedia para aquellos jóvenes esposos! Esto sí que iba a ser un "trago amargo".

Pero María, con su exquisita delicadeza femenina y con solicitud de verdadera madre, es la primera en darse cuenta de ello y, para evitar un chasco a esos novios, se acerca a Jesús para decirle: "No tienen vino". Obviamente, ni Jesús ni María estaban implicados en el asunto. Ellos eran también huéspedes e invitados, como los demás. Sin embargo, María no estaba sólo informando algo a su Hijo, sino que era ya una discreta y fina petición de que hiciera algo para solucionar aquella embarazosa situación. El Señor responde como era lógico que lo hiciera: "¿Qué nos interesa esto a ti y a mí?". No era problema de ellos. Y añade un motivo aún más fuerte para no involucrarse en la cuestión: "Aún no ha llegado mi hora". Todavía no era el momento de hacer milagros ni de manifestar al mundo su poder. Todavía tenía que esperar un poco.

Y, sin embargo, María insiste, con gran finura y delicadeza. Ella sabía que su Hijo no se negaría a complacerla en aquel favor que le estaba pidiendo. Por eso, porque conocía el corazón de su Hijo, les ordena con total seguridad a los sirvientes: "Haced lo que Él os diga". Su Hijo sacaría a aquellos novios de su apuro. Y a continuación nos narra el evangelista cómo sucedió el milagro.

Yo quisiera fijarme ahora, más que en el milagro mismo -que fue maravilloso- en la intercesión igualmente maravillosa de la Santísima Virgen. Todavía no era tiempo de que nuestro Señor hiciera milagros porque el Padre había reservado "su hora". Y María, con su petición, ¡adelanta la hora de Dios! Podemos decir que su súplica "cambió" los planes de Dios. ¡Eso sí que es prodigioso!

Hace algunos días recordábamos que san Bernardo solía llamar a María la "Omnipotencia suplicante" y "la Medianera de todas las gracias". Decía: "La voluntad de Dios es que nosotros tengamos todo a través de María". Por ella nos vienen todas las gracias porque es la más poderosa de las reinas y la más eficaz de las intercesoras. Un hijo bueno no niega nada a su madre. Y Jesús es el hijo más amoroso de la más dulce y bondadosa de las madres. Pero, sobre todo, ¡es Dios todopoderoso! Con esta intercesora, ¿qué no podremos obtener de Dios? Ella no es su secretaria ni una amiga, ¡sino su propia Madre!

Hay un hermoso motete que algunas veces cantamos en el Rosario, que dice así: "Porque eres Madre de Dios, todo lo puedes; porque eres nuestra Madre, siempre nos acoges en tu corazón, María, a Dios y el hombre..." Todos, como hijos pequeños y débiles que somos, necesitamos de una madre, necesitamos de María, sobre todo en las horas de oscuridad y de aflicción.

El santo Cura de Ars solía decir: "Un corazón de madre es un abismo de bondad: ¿Qué tendrá que ser, pues, el corazón de María? El corazón de María es tan tierno para con nosotros, que los de todas las madres reunidas no son sino un pedazo de hielo al lado del suyo". Y san Bernardo: "¡Oh tú, que caminas por este miserable valle de lágrimas y andas zozobrando entre la tempestad del mundo! Si no quieres verte sumergido entre las olas, no apartes jamás los ojos de esta brillante y luminosa estrella. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tribulación, mira la estrella e invoca a María".

Propósito
¡Ojalá, pues, que nuestra confianza en la poderosa intercesión de María Santísima sea total y filial, como la del niño pequeño que confía ciegamente en su madre! Acudamos a Ella siempre que lo necesitemos y en todos los momentos de nuestra vida. Ella, como en Caná, arrancará otro milagro de su Hijo cuando nosotros, como aquellos jóvenes esposos, "ya no te tengamos vino" para seguir viviendo con fe, alegría y perseverancia nuestra vida cristiana.

Diálogo con Cristo 
Sólo el amor a Cristo será capaz de despertar en mí una mayor entrega, sólo el amor me dará la fuerza para ser santo, sólo el amor me hará obediente y perseverante, sólo el amor a los demás me impulsará a servirles con el ejercicio continuo de la caridad.

 
Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Córdova LC

NO PIDAMOS COSAS MÁGICAS A JESÚS


No pidamos cosas mágicas a Jesús
El éxito de la vida es tenerlo a Él mismo como Amigo, y con Él tenemos todo lo demás; para verlo así necesitamos conversión





Dios no se asusta de mí. Quizá hayas visto la película "Tarzán en Nueva York". Describe las divertidas aventuras de Tarzán y Chita cuando son trasladados en avión desde la selva a la ciudad de los rascacielos, donde todo les llena de asombro y les ocurren mil peripecias. Chita protagoniza una de las sorpresas: al llegar a la habitación del hotel ve reflejada su fea cara sobre el gran espejo del armario. El susto fue tan descomunal que, lanzando un terrible bramido presa de pavor, salió corriendo: no se imaginaba que aquel feísimo "monstruo" que había visto en la habitación era su propia imagen reflejada en el espejo. La escena acaba bien: Chita se refugió en los brazos de Tarzán, que la acogió con afecto, calmándola con sus caricias. Y es que Tarzán quería a Chita como era: con sus pelos negros y largos, su rostro de irracional y su mirada extraviada. 

Dios nos quiere a cada uno de nosotros infinitamente más: sabe mejor que nadie cómo somos; conoce nuestros fallos; no ignora que somos miserables y que tenemos muchos defectos. Nos conoce mucho mejor que podemos conocernos a nosotros mismos, y tiene en cuenta nuestras cosas buenas y nuestros deseos de mejorar. Dios no se asusta de nuestras tonterías. Gracias, Dios mío, porque me quieres a mí y a cada uno más que todas las madres del mundo puedan querer a sus hijos; no te asustas ante nuestras torpezas, ni ante nuestras miserias, y nos acoges con un cariño infinitamente mayor que el que tenía Tarzán a Chita. El problema es que cuando yo voy descubriendo mis limitaciones, fallos, miserias, etc., me puedo "medio asustar" y pensar que no me es posible ser santo, que no puedo estar cerca de ti, entonces puedo desanimarme, olvidarme de que Tú me quieres como soy, y alejarme de Ti. Que no me pase esto, Señor. Si alguna vez me alejo de Ti, volveré corriendo a tu lado contándote lo que me pasa. Y también a las personas de quienes me fío: padres, hermanos, abuelos, parientes, en el cole el preceptor o tutor, amigos y sacerdote, etc., porque cuando se me mete una idea de que soy súper-raro y el único al que le pasa algo, como que tengo una cara fea porque me sale un grano, en cuanto lo cuento y me dicen que es normal… me quedo ya tranquilo. Y esto en todo…

Jonás fue a Nínive, la gran ciudad, y predicó durante un día entero: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios: promulgaron un ayuno y todos, grandes y pequeños, se vistieron de sayal. También el rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de sayal y se sentó en el suelo. Luego mandó pregonar en Nínive este bando: "Por orden del rey y sus ministros, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado, ni pasten ni beban agua. Que se vistan de sayal, clamen a Dios con fuerza y que todos se conviertan de su mala conducta y de sus violentas acciones". Y Dios protegió la ciudad. 

Jesús dice hoy que la Reina de Saba “vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay Alguien que es más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay Alguien que es más que Jonás”. Le pedimos que no tengamos el corazón duro, y hagamos caso de esta llamada a mejorar. 

¡Qué pena, cuando Jesús «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron»! Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. 
¿Hemos entrado en serio en este camino de los 40 días?, 

¿en casa notan ya que estoy mejorando?: si controlo un poco más el potro salvaje que llevo dentro, que hay que domar (ayuno, sacrificio). Si conecto con Jesús como hijo de Dios que es algo mucho más mágico que los de Avatar conectando con la madre tierra o con su cabalgadura pues así “cargamos las pilas” y nos encendemos de energía de amor de Dios, nos revestimos de la coraza de la fortaleza para arrancar las malas hierbas del egoísmo en nuestra vida (oración). 

Si una vez hemos preparado nuestra alma sembramos la buena semilla del amor y la llevamos a todos con el servicio y la sonrisa (caridad): «Señor, mira complacido a tu pueblo, que desea entregarse a Ti con una vida santa; y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras». Hay quien piensa que ser feliz es tener una consola o el último juego de la Wii, o tener suerte con los exámenes o con los amigos o con la lotería, tener éxito. Pero el éxito es tener a Jesús, ahí está todo.

Él dice: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre», el “todo será mejor” del cielo. Queremos ver a Jesús, que se haga realidad todo lo que soñamos, ese mundo mejor, y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». Ese mundo mágico del Padre se ha hecho visible en el Hijo. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. 

Rezar nos cansa a veces, no sabemos. Hemos de purificarnos, nuestra alma está “miope”, por eso ahora que dentro de cuarenta días será Pascua, la gran fiesta de nuestra salvación, vamos a prepararnos… con el salmo de hoy: «oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme». Nos invita la Iglesia a pedir perdón y a perdonarnos unos a otros. Y por mucho que nos cueste algo, más grande es la misericordia de Dios. Vamos aprendiendo a hacer la confesión con sinceridad, como dice el salmo: 

“¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! / ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! / Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. / No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”. 

Jonás lo pasó mal, cuentan que no se portaba muy bien y se lo tragó un monstruo marino y los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» quedó marcado, las huellas de la experiencia de la muerte le hicieron madurar, dejó de ser un joven frívolo y salió hecho un profeta de pies a cabeza. Señor, si a veces lo paso mal, y Tú lo permites, que aproveche aquel “castigo” no para encerrarme en mis tonterías, sino para madurar. 

No para quedarme en mi habitación llorando sin abrir a nadie diciendo “no quiero cenar ni hablar con nadie”, “quiero morirme”, “no quiero respirar”, sino diciéndome: “si Tú quieres esto, Señor, será como tus tres días de estar en la Cruz y en el sepulcro, será para resucitar como el gusano que se transforma en mariposa, para vivir a una vida mejor, para transformarme en una persona mucho más fuerte y aprovechar de esta “crisis” y con ayuda de la Virgen, que me trae toda Gracia, que sea una “oportunidad” de victoria.

CAMBIA, TODO CAMBIA


Cambia, todo cambia
Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.


Hoy, con los platos y los cubiertos, hay muchas otras cosas ‘descartables’. Parece que casi todo se puede usar y tirar. Entonces, y con razón, te viene la angustia de que también a vos, que te cambien con la misma facilidad con la que saltamos de canal en canal con el control remoto de la TV. Así como las cosas descartables hay personas, compañeros, amigos, esposos, que parecen y se sienten descartables, y sin ninguna posibilidad de reciclaje.

Sin embargo, mientras todo pasa y todo cambia, Jesús no cambia. Jesús es siempre el mismo ayer, hoy y siempre. Y siempre está esperando, firme en su amor extraordinario por nosotros, y siempre nos recibe con compasión y misericordia, y no está enojado.
Jesús está como familiar, como pariente, porque es el Hijo de Dios hecho uno más de los nuestros, de nuestra familia humana. Él conoce nuestras cosas porque las pasó en carne viva. Vivió la pobreza, la necesidad de trabajar, de rezar, la dificultad de hacerse entender hasta por sus mismos parientes y amigos, sufrió la tentación como nosotros. Fue perseguido; condenado a morir en la cruz como blasfemo y entre delincuentes. Pero en todo este proceso el amor de Jesús permaneció siempre el mismo, el proceso sólo sirvió para que se manifestara toda la anchura y la profundidad del Amor de Dios en el corazón paciente y fuerte del Hijo.

Por eso, mientras todo cambia y todo se vuelve descartable, vos volvé a Jesús que no cambia. Él está siempre como pariente, como familiar, llamándonos, perdonándonos, consolándonos, enviándonos y dándonos otra oportunidad de vivir en el amor. Para Él no somos ‘descartables’.