jueves, 4 de agosto de 2016

QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO


QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO



No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes -soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... ; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo ?

Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreir tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias!»? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma ?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Recomendación: Lea todos los días los 15 minutos en compañía de Jesús Sacramentado

CUANDO DIOS CALLA, LA CERTEZA DE UNA PRESENCIA


Cuando Dios calla: La certeza de una Presencia 
Volvemos sedientos a hablarle, a preguntarle, a suplicarle con insistencia redoblada: ¡escúchame!


Por: Angeles Conde | Fuente: La-oracion.com 




Una queja paradójica
EL silencio de DIos lo contemplamos desde diversos puntos de vista, para ayudarnos a comprender siquiera un poco, a aceptar, a conocer, a abrazar en la fe, a vivir este misterio bello, por ser Suyo, pero que tantas veces nos sorprende y algunas veces puede causar inquietud, constituir un obstáculo para el encuentro sereno y amoroso con Él en nuestra ermita interior.

A veces Dios parece mudo, indiferente, a nuestras súplicas. Cuando su silencio se prolonga incluso por años puede llegar a ser una experiencia tremendamente dolorosa para el alma que lo busca con sinceridad.

Como no lo escuchamos, lo primero que pensamos es que Él no nos escucha. Y sin embargo oramos. No nos damos por vencidos, un día y otro acudimos a Él, volvemos sedientos a hablarle, a preguntarle, a suplicarle con insistencia redoblada: ¡escúchame!

"Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica". (Salmo 129)

"Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
De noche grito en tu presencia;
Llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor (...)
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti". (Salmo 87)


Qué misterio. Qué paradoja. Hemos de concluir que de un modo desconocido Dios sostiene nuestra fe en su presencia. Es un hecho que creemos que está ahí cuando le dirigimos la palabra, cuando elevamos a Él el corazón. Pues ¿quién en su sano juicio hablaría con la pared? Si oramos, incluso si nos quejamos, es porque tenemos la íntima certeza de que Dios nos escucha. Actuamos al menos como si creyéramos que nos escucha siempre, incluso aunque no responda, dado que oramos en cualquier momento, siempre que se nos ocurre. Estamos dando por supuesto que Él se encuentra disponible, permanentemente atento a nosotros. De hecho, es así.

Es esta certeza de su presencia amorosa la que permite al salmista clamar:

"¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?" (Salmo 87)

El salmista siente que Dios se ha escondido, y sin embargo no lo considera ausente. Si Dios no estuviera cerca suyo, atento a su oración, ¿qué sentido tendría dirigirle la palabra? Y si no existiera una comunión de mutuo amor con Dios, ¿por qué habría de quejarse? No puede negarlo: sabe que Dios está ahí con él, aunque sus ojos no lo vean, sus oídos no lo escuchen, su corazón no lo sienta.

La certeza de una Presencia

Hace muchos años una compañera de oficina colocó sobre la computadora un post it que decía: "del deseo de que me contesten los mensajes, líbrame Jesús".
En nuestra experiencia cotidiana, algo que suele exasperarnos es no obtener respuesta a nuestras preguntas, especialmente cuando nos parecen necesarias, urgentes, prioritarias. Envías un mail, y nada; pruebas con un whatsapp, y tampoco. Te haces un tiempo, llamas por teléfono, y no llega la llamada de vuelta. Vuelves a probar más tarde, dejas recado, nada. La impaciencia llega al clímax cuando quien no responde es tu esposo, tu madre, tu novia, tu jefe... No tiene necesariamente lógica, pero frecuentemente a causa de esta ausencia de respuestas nos sentimos rechazados, ofendidos, no queridos. Hasta que por fin constatamos, algo avergonzados de la "tormenta en el vaso de agua", que, en la mayor parte de los casos, no había nada de eso.

Tal vez no caemos en la cuenta de que Dios responde de otra manera, de muchas maneras. Una de las más bellas es su amor incondicional: Dios responde "estando ahí", presente. Responde permaneciendo a nuestro lado. Su amor de Padre, su atención incansable a cada uno de sus hijos, anclan su mirada a nuestro corazón.

Cada uno de nosotros, cuando se queda en silencio, no sólo necesita sentir los latidos de su corazón, sino también, más en profundidad, el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe, y sin embargo mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo." (Benedicto XVI 1 de junio de 2008)

Si la oración es encuentro, éste puede ser silencioso. Para el amor no hacen falta palabras. Muchas veces, en realidad, sobran. Los novios, los esposos, los verdaderos amigos, conocen el lenguaje de la mirada, de la compañía, de la confianza inquebrantable, de la paciencia oblativa en los momentos de contraste o dificultad. Del "estar ahí".

Rezo porque confío que Alguien me escucha pase lo que pase, noche y día. Siempre.
Rezo porque confío que acoge mi oración en Su corazón. Yo sé que le importo. Sé que por mí le importan mis cosas, mis preocupaciones incluso más pequeñas, y sobre todo las personas a las que amo.

Rezo porque confío en el amor de Dios a quien amo.
Y cuando rezo...
A veces, Dios habla.
Yo le escucho.
Su voz resuena en mi interior y el eco permanece.
A veces, Dios calla.
Yo le comprendo.
Su silencio encuentra eco en mi corazón.
Reluce en la penumbra su Presencia.
Retumba como una llamada: la del amor crecido, incondicional, sereno, cierto.
La del "sólo Dios basta" de Teresa de Ávila.

Con los sentidos del alma
El espacio invisible de la presencia de Dios es al mismo tiempo el inaudible de su Palabra. Habla calladamente, pero no deja de pronunciarse. Escucha mi interior desde Su interior. "Dios escucha mejor los corazones que las voces" decía S. Juan Crisóstomo. Tal vez podamos también nosotros escuchar mejor el Corazón que la Voz de Dios.
Se trata, pues, de actuar los sentidos del alma, unos nuevos oídos interiores, una nueva mirada, con los que tocar a Dios. La fe, la confianza, la esperanza, el amor.

"El hombre no puede orar más que apoyándose en una fe viva. A la inversa- y así se cierra el círculo-, su fe no es viva más que si ora". (Romano Guardini, Initiation a la Prière, cap.I)

No estamos solos en esta tarea. El Espíritu Santo infunde en nosotros la gracia y las virtudes que tanto necesitamos, y fortalece nuestro ánimo para que no desfallezcamos en nuestra búsqueda. Podemos pedírselo así a este Maestro interior de oración (cf. Catecismo 2672) con palabras que tal vez hemos recitado muchas veces: "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor" (cf. Secuencia de Pentecostés).
Ven Espíritu Santo, llena mi corazón, y enciende en mí el fuego de tu amor, la llama viva de tu presencia.
Que te descubra escondido dentro de mí, santo y cálido huésped y amigo de mi alma.
Que mi vida sea un espacio de acogida en el que establezcas tu casa.
Vivir contigo me basta.

A ver quién puede
"El hombre que ora se planta de cara al Todopoderoso y le dice valientemente: A ver quién puede. Se entabla entonces una lucha entre dos seres desproporcionados, de los cuales el uno no es sino tierra y suciedad, doblemente impotente contra su adversario, por su creación y por sus faltas; y sin embargo, lejos de que el miedo paralice al hombre, parece que hace estremecer a Aquel cuya majestad hace temblar a todo. Dios se defiende; Dios parece temer en sí un punto débil, un paso mal defendido. "Déjame", dice Él un día a Moisés. Déjame, es decir, no me ruegues, porque si tú me insistes, yo cedo. En este combate en que el hombre interpela a Dios, le asedia con la misma petición, le recuerda sus promesas, le conjura en su nombre, le representa los inconvenientes de una negativa, le suplica, le intima, le cansa, parece que Dios teme el resultado del debate y que el hombre está seguro de antemano..." (Padre PONTET, "L´homme moderne et la Prière", pp.65-66 en FRANCOIS STROOBANTS, La oración, pp.78-79)


Jesús mismo nos invitó a no cejar en la oración. Nos aseguró que seríamos escuchados. Y lo demostró cuanto pudo. Él mismo escuchó siempre a quienes lo invocaron: sea con palabras, como ruego del leproso (Mc 1,40-41), el de un padre angustiado que imploraba la salud para su hija (Mc 5,36), del ladrón crucificado a su lado (Lc 23, 39-43), o sea en silencio como los portadores del paralítico (Mc 2,5), el roce de la hemorroísa (Mc 5,28) o las lágrimas y el perfume de la mujer pecadora (Lc 7, 37-38). (Cf Catecismo 2616) Confiemos pues. Algún día, Jesús mismo, conmovido por la oración ferviente y perseverante, nos dirá: 

"Yo he escuchado tu oración, he visto tus lágrimas y voy a curarte". (2 Re 20,5)

Y podremos exclamar como Job:

"Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos". (Job 42,5)
Los ojos de la fe viva. Los ojos del corazón profundo, donde nuestro Señor habita. Un buen día nuestra mirada descubrirá a Aquel que siempre estuvo a nuestro lado y dentro de nosotros, con su presencia resucitada: "¡Es el Señor!" (Jn 21,7)

IMÁGENES DE LA EUCARISTÍA













ESTAMPAS CON JACULATORIAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
























lunes, 11 de julio de 2016

EL SACO DE PLUMAS


El Saco de Plumas.



Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
 
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?",
a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas".

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas. 
Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", 
a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.
Sal a la calle y búscalas". 
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.

Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".

"Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón".

SAN BENITO DE NURSIA, 11 DE JULIO


Benito de Nursia, Santo
Memoria litúrgica, 11 de julio 


Por: n/a | Fuente: Corazones.org 



Abad, Patrón de Europa
y Patriarca del monasticismo occidental

Martirologio Romano: Fiesta de san Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio y escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado «Patriarca de los monjes de Occidente». Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo. ( 547)
Patronazgo: Patrón de Occidente, de Europa, de los maestros y los escolares, de los caldereros, mineros, espeólogos, de los moribundos, contra la fiebre, las inflamaciones, envenenamientos, los cólicos y contra la hechicería.
Iconograffía: Se lo presenta como abad, con hábito benedictino, con vaso (con serpiente), cuervo, el libro de la regla.
Breve Biografía

Benito de Nursia, conocido como San Benito, nació en (Nursia, cerca de la ciudad italiana de Spoleto, 480 – Montecasino, 547), fundó la orden de los benedictinos y es considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada "La Santa Regla" y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas.

Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad.

Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía.

Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva.

Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.

Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.

Vida de oración disciplina y trabajo

Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos.

Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.

San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio.



La medalla de San Benito

La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Descripción de la medalla:


Medalla de San BenitoEn el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: "A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia". (Oración de la Buena Muerte).

El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:

C.S.P.B.: "Santa Cruz del Padre Benito"
C.S.S.M.L. : "La santa Cruz sea mi luz" (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: "y que el Dragón no sea mi guía." (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. : "Abajo contigo Satanás"
N.S.M.V. : "para de atraerme con tus mentiras"
S.M.Q.L. : "Venenosa es tu carnada"
I.V.B. : "Trágatela tu mismo".
PAX : "Paz"
ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN
Santísimo confesor del Señor;
Padre y jefe de los monjes,
interceded por nuestra santidad,
por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida,
de nuestra casa,
las asechanzas del maligno espíritu.
Líbranos de funestas herejías,
de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor,
remedie nuestras necesidades
espirituales y corporales.
Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica;
y porque mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiado en Tu poderosa intercesión,
pueda algún día en el cielo,
cantar las eternas alabanzas.
Amén.

Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Ésta y muchas oraciones las encontrarán en
DEVOCIONARIO CATOLICO

ORACIÓN A SAN BENITO DE NURSIA O ABAD PARA PEDIR SU INTERCESIÓN

Oración a San Benito para pedir su interseción


Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas. Amén.

Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.