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domingo, 20 de abril de 2025

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: EL AMANECER DE UN NUEVO DÍA

 



 Domingo de Resurrección: El amanecer de un nuevo día

Recordemos que con Jesús, cada final es un nuevo comienzo. Cada noche oscura precede al amanecer de un día lleno de posibilidades y esperanza.


Fuente: Catholic.net




Hoy, en este Domingo de Resurrección, nos despertamos a una realidad transformada. No es un cambio visible a simple vista, ni tampoco algo que podamos tocar; es un cambio que ocurre en lo más profundo de nuestro ser. Es la esperanza vivida, una esperanza que no es efímera ni superficial, sino una promesa divina de renovación y vida eterna.


Más allá del optimismo

La esperanza de la que hablamos hoy trasciende el optimismo terrenal. No se trata de una sonrisa pasajera o un consuelo momentáneo. Es un regalo celestial, un don que nos eleva por encima de nuestras limitaciones humanas y nos asegura que, pase lo que pase, todo irá bien.

En los días oscuros, cuando los temores crecen y la incertidumbre se cierne sobre nosotros, incluso la esperanza más valiente puede desvanecerse. Pero la esperanza que Jesús nos ofrece es diferente; es una llama que nunca se extingue, una luz que brilla con la certeza de que Dios está guiando todo hacia un bien mayor.


La vida que surge de la tumba

El sepulcro, ese lugar que simboliza el final, la ausencia de salida, ha sido vencido. Jesús no solo emergió de él, sino que transformó la tumba en un lugar de nacimiento, un comienzo de algo nuevo y glorioso, una historia de vida donde antes reinaba la muerte.

Así como Jesús removió la piedra que sellaba su tumba, nos invita a remover las barreras que encierran nuestro corazón. No debemos ceder ante la resignación ni enterrar nuestra esperanza bajo el peso de nuestras dudas y miedos.

En medio del dolor, la angustia y la muerte, la presencia de Dios es una constante. Su luz ha iluminado la oscuridad más profunda y sigue extendiéndose para alcanzar los rincones más ocultos de nuestra existencia.


La grandeza de Dios frente a la desesperanza

Aunque en nuestro interior hayamos dado por perdida la esperanza, no debemos rendirnos. Dios es más grande que cualquier oscuridad o final aparente. La muerte no tiene la última palabra.

Dios nos extiende su mano y nos alienta a seguir adelante. Nos invita a abrir nuestro corazón, a levantar las piedras que nos impiden ver su luz y a permitirle entrar en nuestras vidas para disipar nuestros miedos.

Con Jesús, la cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria y resurrección. Él está con nosotros en la oscuridad, en la incertidumbre, en el silencio. Su amor es incondicional y eterno, y nada puede arrebatárnoslo.


El amanecer de un nuevo día

En este Domingo de Resurrección, recordemos que con Jesús, cada final es un nuevo comienzo. Cada noche oscura precede al amanecer de un día lleno de posibilidades y esperanza. Con Él, somos llamados a vivir una vida resucitada, llena de amor, luz y esperanza eterna.


FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!!!















ORACIÓN A JESÚS RESUCITADO


Jesús resucitado,

que diste paz a los apóstoles,

reunidos en oración, diciéndoles:

“La paz esté con ustedes”,

concédenos el don de la paz.


Defiéndenos del mal

y de todas las formas de violencia

que agitan a nuestra sociedad,

para que tengamos una vida digna,

humana y fraterna.


Oh Jesús,

que moriste y resucitaste por amor,

aleja de nuestras familias y de la sociedad

todas las formas de desesperación y desánimo,

para que vivamos como personas resucitadas

y seamos portadores de tu paz.

¡Amén!









 

 

lunes, 28 de marzo de 2016

JESÚS RESUCITÓ!!


Jesús Resucitó 
¡Muy felices Pascuas!
En la Pascua celebramos la resurrección de Jesús, celebramos que Jesús venció a la muerte y resucitó.
Por: P. Juan María Gallardo



¿Qué celebramos, los cristianos, en la Pascua?

Para los cristianos la Pascua es la fiesta más grande y el centro de todo el año.

En la Pascua celebramos el misterio más grande y decisivo de nuestra salvación: la muerte y la resurrección de Jesús.

En la Pascua celebramos el infinito amor de Dios que entregó a su Hijo por nosotros; celebramos el infinito amor de Jesús, que dio su vida por nosotros, en lugar nuestro.

En la Pascua celebramos la victoria de Jesús sobre la muerte. Esta victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte se manifiesta no sólo en su resurrección, sino también en su muerte. En la Cruz de Jesús se nos muestra que el amor de Dios por nosotros es más fuerte que el sufrimiento y que la muerte.



En esta Pascua Jesús quiere resucitar en el corazón de cada uno de ustedes. Él quiere dar vida a todo aquello que esté muerto en su corazón. Jesús resucitado quiere vivir en ustedes, quiere que ustedes se abran a la vida nueva que brota de su resurrección. Si Él vive en ustedes, su vida va a ser transformada: van a tener más alegría, más paz, más fuerza, más amor...

El Domingo de Pascua

En Domingo de Pascua celebramos el día de la resurrección de Jesús. Es el domingo más importante y glorioso del año. A partir de él cada domingo se convierte en el día del Señor, por ser el día del triunfo de Jesús sobre la muerte en su resurrección, en el gran día de la salvación.

En la Pascua celebramos la resurrección de Jesús, celebramos que Jesús venció a la muerte y resucitó. Jesús resucitado es el centro de nuestra vida y de nuestra fe. Para los cristianos Jesús no está muerto. ¡Ha resucitado y vive entre nosotros! ¡Podemos encontrarnos con Él! Podemos hablar con Él! ¡Podemos escucharlo! ¡Podemos recibir de Él su Vida nueva!

Un propósito: visitar a Jesús.

Agradezcamos con obras y de verdad el amor que Jesús nos tiene.

Una forma de agradecer es IR A VISITARLO, TODOS LOS DÍAS -UN RATITO- ESTOS DÍAS. ÉL NOS ESTÁ ESPERANDO.

domingo, 27 de marzo de 2016

JESÚS VENCE A LA MUERTE


Jesús vence a la muerte
Resucita al tercer día y se aparece a sus discípulos y a las mujeres.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




La acción de José de Arimatea y Nicodemo fue rápida y eficaz. Antes de que los judíos puedan darse cuenta de la muerte, ya está enterrado Jesús en un lugar que responde a la piedad de los suyos. Pero los judíos temen a Jesús y se acuerdan de la profecía de la resurrección al tercer día. Ellos habían destruido el templo del cuerpo de Jesús, y ahora recuerdan el verdadero sentido de la profecía. Por ello acuden a Pilato reclamando una guardia que resultó providencial, muy a pesar suyo.

"Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura peor que la primera. Pilato les respondió: Ahí tenéis la guardia; id y custodiad como sabéis. Ellos marcharon y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia"(Mt).

La garantía

La muerte era un sello en la boca de Jesús. Los sellos intentan ser una garantía: seguridad, guardan el cadáver en su silencio. Y, en efecto, esos sellos serán garantía de la muerte verdadera de Jesús que yace en la losa del sepulcro con el corazón abierto, separada el alma del cuerpo. Y los guardias se convertirán en testigos privilegiados del gran día del domingo, del primer día de la semana cristiana.

Los guardias se asustan

Por ellos conocemos lo que sucedió al inicio del día primero, al nacer el alba: "Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos(Mt).

Habían pasado cuarenta horas desde el momento de la muerte: desde las tres del viernes hasta las siete del domingo. Un día completo, nueve horas del viernes y siete del domingo. Tres días. En ese tiempo el alma de Jesús desciende a los infiernos, como reza el credo cristiano. Pero el cuerpo estaba allí, en reposo total, sin conocer la corrupción, con la rigidez de la postura del crucificado, con sus llagas abiertas, cubierto por la sábana y rodeando el rostro con el pañolón del sudario. Un gran terremoto conmovió a los soldados, que se estremecen, cuando, de repente, ven al ángel de vestiduras blancas lleno de fuerza y poder, que desplaza la gran piedra con facilidad y se sienta en ella. Los soldados caen al suelo, se desploman sin sentido. El temor no nubla sus mentes, pues se dan cuenta de lo sucedido, pero aquello supera grandemente sus experiencias. Estaba sucediendo el hecho central de la salvación. En el sepulcro, aquel cadáver estaba volviendo a la vida.

Se fabrica una historia

Algunos de los soldados huyen de espanto, otros quedan removidos por lo sucedido, otros acuden a los sanedritas con la noticia. "Algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados con el encargo de decir: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra seguridad. Ellos tomaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy"(Mt).

Comienza una nueva etapa

Los sanedritas tenían ya el gran signo de Jonás. Tres días en el seno de la tierra, y volver a la vida. Todos los otros milagros palidecen con la grandeza de lo sucedido. Este milagro, realizado por su propio poder, manifestaba a Jesús como vencedor de la muerte y del pecado. Una nueva era acababa de comenzar. Pero, de nuevo, no creyeron. Y elaboraron una mentira rápida y burda: unos testigos dormidos testifican de lo que ha sucedido. Mientras dormían acudieron unos hombres y se llevaron el cuerpo. Era burda la mentira, pero el dinero acalla las conciencias. Los soldados, testigos involuntarios de los hechos, garantizan de una manera involuntaria la verdad de la resurrección de Jesús.

La gran victoria

La resurrección es la gran victoria. Jesús ha descendido todos los escalones de la humillación, uno a uno, como saboreando el abajamiento. Y, cuando ha llegado a lo más hondo, toma al hombre caído y lo eleva a niveles insospechados. La nueva vida es mucho más que lo que se puede alcanzar por una ética correcta; es un don de Dios que introduce a los hombres en la vida divina si se unen a Cristo resucitado y vencedor.

RESUCITÓ, ALELUYA!!! - MEDITACIÓN DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS


¡Resucitó! ¡Aleluya!



Los ojos de la fe contemplan la gloria del Señor. Sólo, los que se asoman al sepulcro vacío, en esta mañana de Pascua, pueden  –podemos–  entender, el secreto de este Misterio: ¡El gran milagro de Dios! ¡La Resurrección de Cristo!

Estamos, todavía impresionados por la Vigilia Pascual; hemos querido prepararnos para el gran acontecimiento en el que está fundamentada nuestra fe: ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!

-Hoy, en el día del Señor, arranca nuestro propio día; hoy, en el día eterno del Señor, se comienza a levantar nuestro propio día eterno; hoy, en el sepulcro abierto del Señor, comenzamos a buscar las llaves del sepulcro de cada uno de nosotros: ¡Ya no estarán cerrados para siempre! ¡Viviremos! ¡Resucitaremos!

-Hoy, con la Resurrección de Jesús, comenzamos nuestro propio peregrinar hacia la Ciudad Santa. No podemos estar tristes. Los peregrinos tienen una meta y, nosotros, ya tenemos la nuestra: la gloria del Señor, la vida eterna.

La alegría de las santas mujeres, en la mañana de la Pascua, la tenemos también nosotros en este día. Felicitamos al Señor en el momento de su gran triunfo: la Resurrección. Felicitamos al Señor porque, su conquista sobre la muerte, es una batalla ganada para todo hombre, para todo bautizado, para todo aquel que, desde la fe y movido por el Espíritu Santo, quiera seguir los caminos del Señor que conducen a la eterna Pascua.

¿Entendemos ahora el fin de la Cuaresma? ¿Nos hemos preparado  –como deportistas en la fe–  a este momento culminante, a este gran final? ¿Vemos con los ojos de la fe?¿Tenemos un corazón sensible y dispuesto para buscar las cosas de arriba sin quedarnos en el piso firme?

Hoy, es la mañana con la luz más radiante para toda humanidad. La Resurrección del Señor lo penetra todo. Lo invade todo. Lo explica todo. Por ella, por la Pascua, merece la pena cambiar y volver de caminos equivocados. Es el momento adecuado para morir, en aquello que tengamos que morir, si hemos de vivir con el que queremos vivir para siempre. La suerte de Cristo (¡qué gran suerte!) es la nuestra: ¡Viviremos con El!

Hoy, es la mañana de luz, donde germina la fe en el Resucitado. Una fe que se enriquece y se hace más fiable cuando recordamos lo que, Jesús, camino de la Pascua nos ha sugerido: amor, conversión, oración, adoración a Dios. En definitiva, buscando y modelando con todas las consecuencias, una vida nueva.

Que tengamos la suerte de encontrarnos con el Señor. No tengamos miedo en asomarnos al sepulcro vacío. El vacío está lleno de una gran presencia: la mano de Dios. Un Dios que actúa para la salvación del hombre. Un Dios que sorprende, como siempre lo hace, a todo aquel que, amándole, no se deja llevar o vencer por otros dioses de tercera. ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!


*P. Javier Leoz