miércoles, 23 de diciembre de 2015

EL PESEBRE QUE ACOGERÍA AL NIÑO DIOS



El pesebre que acogería al Niño Dios
Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche.


Por: Gustavo Velázquez Lazcano, LC | Fuente: Catholic.net 




En las faldas de un monte, por encima de Belén, hay una cueva. Es pequeña y algo tosca, pero acogedora; refresca en los días de calor, y abriga, en los de frío. Durante el año, los animales se resguardan en ella.

Los bueyes y las vacas acuden a pastar allí. Sacian su hambre con las frescas pajas que un mozo deposita a diario en un rústico pesebre, formado por resistentes ramas.

- ¡Vaya existencia la mía! -se decía el pesebre-. ¡¿No se podría haber empleado de mejor modo mi madera?!

El ganado acudía a él por necesidad, porque gusto no lo había. La mayoría de los desayunos, cenas y comidas, terminaban en indigestión. Porque, ¿a quién le gusta escuchar quejas mientras come?
Una noche fría de invierno, entre los aullidos del viento y la respiración profunda de los animales que ahí dormían, llegaron dos personas a la cueva. Venían arropados de arriba abajo. El hombre jalaba con cuidado de su borriquillo, mientras la mujer que lo montaba, soportaba con paciencia los dolores del parto.

- Aquí está bien -dijo el hombre apesadumbrado-. Hemos caminado bastante -suspiró-. Me gustaría ofrecerte algo mejor, María, pero tú sabes que hoy no ha sido un buen día…

- No te aflijas, José -le respondió María, consolándole-. Hágase Su voluntad -y señaló con el dedo al cielo-.

Ambos se establecieron lo mejor que pudieron en la cueva, agradeciendo el calor de los animales.
El pesebre, que jamás dormía, se enterneció al ver la situación de aquella agotada pareja.
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, María dio a luz a su hijo primogénito. Los gemidos del recién nacido resonaron en la cueva, rompiendo el silencio. Los animales se despertaron agitados en un primer momento; pero después de desperezarse, lo contemplaron con respeto.

José tenía al niño en sus brazos y lo había envuelto en pañales. Su corazón latía con fuerza: estaba nerviosísimo. Cuando por fin tuvo oportunidad de ver al niño, se topó con unos grandes y preciosos ojos grises que lo miraban con curiosidad; entonces, sintió cómo una gran emoción llenaba su alma.

María permanecía recostada sobre unas gruesas cobijas que habían traído de Nazaret, y no le quitaba la vista a su hijo. Con un notable esfuerzo, cambió de postura y le pidió a José que le mostrase al Niño. Cuando él se lo dio, Ella lo cargó durante un largo rato, estrechando al niño contra su corazón.

Cuando María acabó de contemplarlo, se lo entregó a José, quien lo paseó maravillado. Y tras una larga y silenciosa adoración, lo depositó dormido en el pesebre.

Sonó, entonces, un redoblar de pasos, y a acto seguido entraron unos pastores en la cueva.
- En hora buena -exclamaron al ver al Niño. Y les contaron cuanto les había dicho el ángel-.
Cuando llegaron a la señal que les había dado el ángel: “encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, el pesebre estuvo a punto de dar un brinco de asombro, pero recordó que el Niño Jesús aún dormía plácidamente sobre él.

Su nombre había aparecido en los labios de los ángeles. No lo podía creer. Lo ocurrido estaba preestablecido por Dios.

Cuando los pastores terminaron su relato, con gran admiración de los padres de Jesús y del mismo pesebre, sacaron sus humildes regalos y se los ofrecieron al Niño de corazón.
Una vez que los pastores se fueron y que el Niño se hubo vuelto a dormir, María y José también se entregaron al descanso, rendidos de cansancio.

Cuando el silencio llenó de nuevo la cueva con su majestad, el pesebre se quedó pensativo. Aún no acababa de entender lo que habían dicho los pastores.

- ¿Cómo es posible que sea Dios? -pensaba para sus adentros-.

Tras mucho repetir: «Tengo entre mis pajas a Dios», comprendió porqué no le pesaba aquel niño.
Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Sabía que algún día vendría el Mesías -como todo el mundo-, pero jamás habría imaginado que nacería en aquella tosca cueva de aquel remoto poblado, y precisamente en aquella época del año. Y mucho menos que él sería el primer depositario.

Cuando Dios vino al mundo, no pasó inadvertido sólo para los hombres. También llegó de sorpresa para aquel pesebre de Belén. Ningún ángel le anunció que sobre él se recostaría el Hijo de Dios.

Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche. Tenemos tiempo para vivir con entusiasmo este Adviento. Regalémosle un corazón amable, quitando cada día una paja de nuestro áspero carácter. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón.

FELIZ MIÉRCOLES!!!


lunes, 21 de diciembre de 2015

NAVIDAD: ALGUIEN QUE ME ESPERA CON CARIÑO


Navidad: alguien que me espera con cariño
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita.


Produce una gozosa paz en el alma saber que alguien nos espera, nos ama, nos busca. Significa que nuestra vida tiene sentido, que somos importantes para otro, que no vivimos simplemente por inercia, que hay una meta hermosa por la que vale la pena nuestro esfuerzo.

Al dirigir sus palabras de felicitación en la Navidad del año 1965, el entonces Papa Pablo VI imaginaba cómo desde la cuna de Belén se producía una llamada universal: “¡Venid, venid todos!”. Hablaba con el calor de un padre que se dirige a sus hijos: “¡Venid, que sois esperados! ¡Venid, que sois conocidos! ¡Venid, que hay algo maravillosamente bueno preparado para vosotros! ¡Venid!”.

Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita. Descubrimos entonces que la vida tiene un sentido hermoso, magnífico: Dios ha puesto su tienda entre nosotros para buscar a cada uno de sus hijos.

¿También me espera a mí si he sucumbido ante el pecado, si he dejado crecer el egoísmo, si me he cegado por la codicia, si he pactado con los desórdenes de la carne? Sí, también a mí, y quizá precisamente con más anhelos. Jesús Niño es ya, entre sus movimientos infantiles, un gran médico ansioso por curar heridas y devolver esperanzas.

En cada Navidad la llamada se repite. Han pasado años y siglos desde el anuncio de los ángeles a los pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,11). Pero no ha pasado la actualidad de esa invitación. Cada generación humana, también la nuestra, necesita acudir a quien, de verdad, puede salvarnos del mayor de los males: el pecado.

El mundo moderno está sumergido en prisas y en angustias. Muchos no alcanzan a escuchar la llamada. A pesar de todo, la Voz sencilla de un Niño sigue resonando entre nosotros. Los oídos atentos, los corazones despiertos, alcanzan a escuchar un murmullo humilde, una invitación constante y respetuosa.

Es entonces cuando puedo descubrir que Alguien me espera con cariño. Llega el momento de ponerme en camino hacia la gruta. En ella encontraré a un Niño enamorado, a su Madre buena, y a tantos hombres y mujeres que han acogido la gran noticia: Dios nos ama. Sí: ¡venid, venid todos!

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: LOS BASTONES DE DULCE


La Navidad y sus Tradiciones: bastones de dulce
 Fuente: www.catholic.net 




La leyenda del bastoncillo de dulce

De acuerdo a la leyenda, a principios del siglo 20, un fabricante de dulces de Indiana decidió inventar un dulce en honor a Jesús. El resultado fue el bastoncillo de dulce o "candy cane"

Usó un dulce duro porque Jesús es la roca eterna. La forma asemeja una jota de Jesús o un cayado de pastor. Lo hizo blanco para representar la pureza de Jesús y le añadió una banda roja que simboliza la sangre que Cristo derramó por los pecados del mundo.

Finalmente, las tres bandas rojas menores representan los latigazos que sufrió de los soldados romanos. A veces, se le añade una banda verde como un recuerdo de que Jesús es un regalo de Dios.

El sabor del dulce es de menta, que es similar al hisopo. Hisopo es una planta de la familia de la menta que se usaba en el Antiguo Testamento para los sacrificios y purificación. Jesús es el Cordero de Dios que se sacrificó por los pecados del mundo.

Así pues, la próxima vez que veas un bastoncillo de dulce, recuerda que: Jesús Cristo, el Buen Pastor, es la roca firme y el Cordero que murió por nuestros pecados.

ESTAMPAS CON ORACIONES AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS






martes, 15 de diciembre de 2015

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: SANTA CLAUS


La Navidad y sus Tradiciones: Santa Claus
San Nicolás fue un santo que vivió la virtud de la generosidad

Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net



Este mes celebramos el Nacimiento de Jesús. Este acontecimiento está rodeado de costumbres y tradiciones. En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor.


Santa Claus

La imagen de Santa Claus, el conocido viejecito regordete y sonriente que trae regalos a los niños buenos el día de Navidad, tuvo su origen en la historia de San Nicolás.

Nicolás nació en el año 350 d.C., en el pueblo Myra Turkí. Se le conoce como San Nicolás de Bari porque sus restos mortales descansan en Bari, Italia.

Heredó una gran fortuna que la destinó a ayudar a los necesitados. Nicolás era feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor. Fue sacerdote y más tarde, fue consagrado obispo.

En cierta ocasión, el jefe de la guardia romana de aquella época, llamado Marco, quería apoderarse de las hijas de un anciano, quien le debía dinero. Nicolás se enteró del problema y decidió ayudarlas. Tomó tres sacos llenos de oro y en la Noche de Navidad, en plena obscuridad, llegó hasta la casa y arrojó los sacos por la chimenea, salvando así a las muchachas.

Marco quería acabar con la fe cristiana, mandó quemar todas las iglesias y encarcelar a todos los cristianos que no renegaran de su fe. Así fue como Nicolás fue capturado y encarcelado. Cuando años después, el emperador romano, Constantino, se convirtió al cristianismo, mandó a liberar a todos los cristianos. Nicolás había envejecido mucho en prisión y cuando salió de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca y llevaba sus ropajes rojos que lo distinguían como obispo. Los largos años de cárcel no lograron quitarle su bondad y su buen humor.

Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y gordinflón, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.

El Nombre de Santa Claus viene de una degeneración paulatina del nombre de San Nicolás: Santo Nicklauss, Santo Nick, Santo Klauss, Santa Claus, Santa Clós.


Para darle un sentido cristiano a la tradición.
El ejemplo de San Nicolás nos enseña a ser generosos, a dar a los que no tienen con discreción, con un profundo amor al prójimo. Nos enseña a estar pendiente de las necesidades de los demás, a salir de nuestro egoísmo, a desprendernos no sólo de nuestras cosas materiales, sino también de nuestra persona y de nuestro tiempo.

La Navidad es un tiempo propicio para imitar a San Nicolás en sus virtudes. Cada año, parece como si el espíritu de Nicolás efectivamente viniera a la tierra y se introdujera a todas las casas de manera misteriosa (tal vez, por la chimenea) influyendo en todas las personas, que en esta época se muestran más dispuestos que nunca a dar regalos, a desprenderse de lo propio y a ayudar a los demás. Seguramente, San Nicolás ha de sonreír desde el Cielo, al ver cómo la gente se vuelve generosa y desinteresada, ocultando su identidad detrás de la imagen exagerada y graciosa de él mismo.

Debemos vivir las tradiciones y costumbres navideñas con el significado interior y no sólo el exterior para preparar nuestro corazón para el nacimiento de Jesús.

San Nicolás fue un santo que vivió la virtud de la generosidad, a quien debemos imitar en la Navidad.

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: LOS VILLANCICOS


La Navidad y sus Tradiciones: Los Villancicos
Los villancicos nos recuerdan la alegría del nacimiento de Cristo
Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net




Con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho hombre.


Un poco de historia

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, y celebrarlo con alegría.

Una de las costumbres del Adviento y de la Navidad son los villancicos.


Los Villancicos

Se dice que el compositor de los primeros villancicos fue el Marqués de Santillana, que compuso una serie de canciones para celebrar con sus tres hijos el misterio de la Navidad.

Sin embargo, los primeros villancicos que se conocen fueron compuestos por los evangelizadores en el siglo V, con la finalidad de llevar la Buena Nueva a los aldeanos y campesinos que no sabían leer. Sus letras hablaban en lenguaje popular sobre el misterio de la encarnación y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Se llamaba villanus al aldeano y con el tiempo, el nombre de estas canciones navideñas cambió a “villancicos”. Éstos hablan en un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la Virgen María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo.
En el siglo XIII, se extienden por todo el mundo junto con los nacimientos de San Francisco de Asís.

Los villancicos favorecen la participación en la liturgia de Adviento y de Navidad. Cantar villancicos es un modo de demostrar nuestra alegría y gratitud a Jesús y escucharlos durante el Adviento ayuda a la preparación del corazón para el acontecimiento de la Navidad.

Los villancicos nos recuerdan la alegría del nacimiento de Cristo.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Debemos vivir todas estas costumbres y tradiciones con mucha alegría, reflexionando en su significado y aprovechándolas para estar más cerca de Dios.