jueves, 4 de agosto de 2016

SAN JUAN MARÍA VIANNEY, 4 DE AGOSTO


San Juan María Vianney (1786-1859)


Decía: El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo. La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura: es una felicidad que supera toda comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con Él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada. Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios... En la oración, hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol. Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite que no se percibe su duración. Hay personas que se sumergen en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido.

Pero nosotros, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que, incluso, parece que le dijeran al buen Dios: Sólo dos palabras para deshacerme de ti. Muchas veces, pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos, si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.


* Enviado por el P. Natalio

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