Febrero 27
María fue inundada de amor divino pero no quiso conservarlo sólo para ella sino derramarlo sobre nosotros. Nuestra Madre se alegra al vernos llenos del amor de Dios. Cuanto más amemos a Dios, mayor será su alegría.
Si debemos amar a Dios para dar gusto a nuestro Padre celestial, también debemos hacerlo para dar gusto a nuestra Madre bondadosa. Hagamos todas las cosas no tanto por un mero sentido del deber, sino principalmente por amor a Dios, para agrada a Dios y a la Santísima Virgen.
María, que no te encerraste en ti misma, tú que viviste para tu Hijo y para sus seguidores, enséñanos a compartir nuestros dones y nuestra vida.
* P. Alfonso Milagro
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