15 julio
No faltan en nuestros días quienes piensan que es compatible la asistencia frecuente a la Santa Misa y demás actos del culto con la murmuración, la crítica, el odio o rencor contra el prójimo.
La virtud básica del cristianismo es la caridad; el verdadero cristiano no puede fomentar en sí ningún sentimiento de aversión, odio o mala voluntad hacia nadie.
Es verdad que muchas veces no podemos evitar esos malos sentimientos, antipatías o aversiones hacia quienes nos han hecho el mal, pero siempre podremos evitar el "consentir" en aquello que sintamos; lo que ofrende a Dios y el prójimo no es lo que sentimos, sino l oque consentimos.
Finalmente siempre será poco el esfuerzo que hagamos por conseguir un temperamento amable, dulce, bondadoso y comprensivo, paciente y humilde.
P. Alfonso Milagro
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