22 julio
Si todos tenemos un mismo Padre, todos somos hermanos los unos de los otros; así lo afirma el mismo Jesús, cuando nos recuerda: "Todos ustedes son hermanos"
Con esta afirmación de Jesús deben desaparecer de entre nosotros los celos, las envidias, las altanerías, las arrogancias, el tratar a alguno como si fuera menos que nosotros. Es cierto que unos tendrán más cualidades que otros, mayor dignidad en su cargo o misión eclesial, pero todos son igualmente hijos de Dios.
Y si reconoces en ti mayores talentos, más aptitudes para las distintas cosas de la vida, condiciones más brillantes en tu trato con la gente y en el desarrollo de las cosas intelectuales o en las temporales, si estás en algún cargo que lleva consigo una mayor dignidad, no debes olvidar que eres hermano precisamente de los menos dotados, de los más pobres y sencillos, de los que no brillan en el mundo por sus cualidades, pero que quizá delante de Dios son más meritorios que tú u que en consecuencia serán tratados por Dios quizá con mayor aprecio y dignidad que la tuya.
Jesús, nuestro Hermano mayor, no fija en nuestras exterioridades o temporalidades, sino en si nos parecemos a él por la gracia y santidad de vida.
P. Alfonso Milagro
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