Los cinco minutos de María
15 abril
Alfonso Milagro
A ninguna criatura ha querido Dios tanto como a su propia Madre, y sin embargo ninguna criatura ha sufrido tanto como ella.
Es que quizá no pueda darse un error tan grande y tan pernicioso como el de pensar que el dolor es un castigo de Dios; nada más erróneo.
Dios permite que sus hijos e hijas sufran para unirlos e identificarlos más con el dolor salvador de Jesucristo. El dolor ofrecido a Dios por amor, sobre todo el dolor del inocente, del que sufre por amar de verdad, salva y purifica al mundo. Sólo quien ama en profundidad conoce el sentido del dolor, e intuye que florecerá en resurrección.
Más aún: cuando el amor ilumina el sufrimiento, éste se convierte en fuente de paz y de comprensión del sufrimiento de los demás.
Madre amable, enséñanos el sentido de sufrir por Dios con amor.
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