Los cinco minutos de María - por Alfonso Milagro
21 abril
Caminemos de la mano de María con nuestras manos unidas, pero tomados todos de la suya, que es al mismo tiempo suave y firme, tierna y vigorosa, como son las manos de una Madre.
Si nos aferramos a las manos de María, no nos perderemos; María no nos suelta nunca; somos nosotros los que nos desprendemos, y es entonces cuando ella lo siente profundamente y nos sigue con su mirada triste porque, al alejarnos de ella, nos estamos alejando de Dios. Y nunca volveremos a Dios si antes no volvemos a María.
Madre de la divina gracia, que no llegue yo nunca a perderla, sino que la conserve como el más rico tesoro.
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